martes, 23 de diciembre de 2014

Grupo NINFA: El Principio del Fin


 
Hace cinco años que, de manera altruista, comencé a colaborar con la revista NINFA y, letra a letra, palabra por palabra, todo llega a su fin. No sé si el grupo NINFA ha cumplido los objetivos colectivos marcados por los grupos de acción local desde el origen del proyecto, pero a nivel personal, aunque solo sea por la gente que he conocido y por el rico intercambio de pareceres que he tenido con cada miembro, ha sido plenamente satisfactorio. A la hora de seleccionar ciertos pasos importantes en mi vida, siempre me he guiado por el instinto, y la elección de colaborar con el equipo NINFA ha sido uno de ellos.


   Cuando me acerqué a los responsables del proyecto, su ilusión y ganas de cambiar las cosas me sedujo. Había mucho por hacer y como dice un antiguo proverbio africano: «Si queréis ir rápido, id solos; si queréis ir lejos, id juntos». La idea inicial de participar en el desarrollo social y natural de los entornos rurales era algo pedido por ciertos pescadores deportivos al uso que veíamos un abandono paulatino del interés de nuestros ríos y su entorno, especialmente por parte de los propios lugareños y personas oriundas del río, hartos de no ver un beneficio plausible para sus pueblos. A esto había que añadir  un apreciable desdén de las administraciones de turno, por mantener la riqueza cultural de cada pueblo, valle o comarca. Poca gente común conocía la diversidad de los valles vecinos en León y la diferencia cultural y biológica de cada uno de los ríos que la vertebran. Lo englobaban en un todo. Creer que el valle del Torío es igual que el del Bernesga o que el del Omañas, es no entender que la experiencia vital de su gente o la pesca de cada uno de sus ríos, muchas veces es dispar. Yo he pescado dos valles, cercanos uno al otro 7 km, primero un río y al día siguiente el otro, y ni la misma temperatura del agua, ni el mismo caudal y misma claridad de sus fondos, o ni siquiera el mismo día de bochorno, presagiaban que las eclosiones fueran tan diferentes y que las cebadas fueran tan atemporales. En consecuencia, la adaptación de mis técnicas de pesca a cada día fue aleatoria y acorde al estado de cada torrente.


Debo decir también, que ha sido un acierto la labor didáctica y de pregón que han realizado  los medios de comunicación sobre cada uno de los eventos del grupo NINFA,  y ha servido, al menos, para que los neófitos y foráneos de nuestra afición a la pesca, sea cual sea la técnica utilizada, entiendan que pescar no es solo sacar una caña, poner un cebo y esperar las horas muertas a que el pez pique. Sino que además, y sobre todo, es cuidar del entorno, admirar la naturaleza y asegurar que la pesca es sostenible. También es dejar con vida a los peces para su diversidad y procreación, denunciar las tropelías que se cometen en los ríos y, sobre todo, comprometerse con el desarrollo auto-mantenido de cada valle.


Sostenibilidad, esa palabra mágica, tan en boga en nuestro tiempo. Hablamos de ella, pero no sabemos cómo aplicarla. Su definición nos dice que es proceder con un desarrollo económico y social de «algo» sin una gran ayuda exterior, ni merma de los recursos existentes. ¿Cómo llevarlo a la práctica? Quizás con un ejemplo, podamos entender visualmente su mecanismo y encontrar ese «algo». Antes, hace muchos, muchos años, abundaban los cultivos de cereales en los campos frescos y húmedos orillados a los ríos. Los numerosos huertos apelmazados en las vegas de cada valle, para beneficio y aprovechamiento primario de todas las familias de las aldeas, obligaban a los paisanos a mantener unos  canales o acequias naturales de regadío a ras de suelo, horadados en la tierra. Se hacían con azadas y picas, y sobre todo con mucho sudor y lágrimas. Por sus nutrientes y grandes cantidades de alimentos naturales (lombrices, insectos terrestres, restos orgánicos), eran refugio común de truchas y cangrejos. 


El agua entraba por un extremo del campo y el sobrante volvía a salir al río un centenar de metros más abajo. Esto aseguraba una circulación de peces grandes y pequeños de manera continua. Además, el agua sobrante se reutilizaba para el disfrute de otros paisanos del valle. Ahora los automatismos en el riego, el abandono de las parcelas colindantes para uso de ganado, y las bombas de agua motorizadas dejan secos de agua numerosos tramos de nuestros queridos ríos, sobre todo durante los meses de
Julio y Agosto. Ya no hay canales ni zanjas por donde dirigir las aguas para regar, sino que hay tuberías, manera poco artesanal de eliminar refugio para los alevines de trucha y de reducir el complemento alimentario para las grandes farios que colocadas a las salidas de agua de las acequias esperaban a los pececines incautos para darse un banquete.


 No pretendo volver a las técnicas ineficientes del pasado, pero si recuperásemos aquellos métodos de antaño, como hemos empezado a aceptar la alimentación «ecológica» en nuestra despensa, aprovechándonos del conocimiento y experiencia adquiridos con posterioridad, podríamos volver a recuperar los entornos de nuestros ríos y los asentamientos de las aldeas que se han ido despoblando.  Recuperar las represas y los molinos en ciertos tramos donde antes existieron, volver al cultivo minifundista y de calidad; humanizar las orillas de nuestros ríos; generar ingresos por guía, turismo o venta relacionado con los mismos; realizar labores de mantenimiento como limpia de accesos y veredas para asegurar la comodidad y vigilancia de los ríos,…, en definitiva poner un sello de «ecológico» a un  río, un valle o una aldea. 


Hoy, con tantos problemas de accesibilidad al trabajo, con un poco de interés y de inversión por parte de los implicados, ayuntamientos, sociedades de pesca, etc, mucha gente estaría dispuesta a emprender nuevas vías de subsistencia en estos posibles entornos «Bios». La labor del grupo NINFA durante estos años, lo ha intentado en unos términos parecidos a lo anteriormente expuesto, o al menos, creo humildemente, que ha sido lo suficientemente valiente como para plantearlo ante la sociedad, lo que ya tiene su mérito.


En el año 90 del pasado siglo XX, entré en una asociación de pesca de histórico prestigio, cuna de la pesca a mosca en nuestro país. El primer día que fui a su sede (la planta superior de un humilde bar en el centro de Madrid), entre presentaciones y rápidos consejos de expertos lanzadores o montadores de moscos, un anciano, embajador de la pesca sin muerte,  líder entre los nuevos iniciados por su empatía, innovador por sus montajes, carismático comunicador y mi maestro en muchas salidas de pesca, me llevó a solas e hizo una sola pregunta para aceptarme definitivamente en el clan. Esta cuestión la he tenido grabada, desde entonces, en mi mente de mosquero, y espero transmitirla de igual manera a las nuevas generaciones. Me dijo así: «En esto de la pesca, hay quien hace cosas y es activo; hay quién cree que habría que hacer algo y espera un cambio caído del cielo, y hay quien no se ha enterado de que hay problemas y prefiere seguir mirando a otro lado. ¿ a qué grupo perteneces? Si te preocupa el estado y el futuro de nuestras aguas y los peces que habitan en ella, ¡Actúa! ¡Pre-ocúpate!». Este mensaje, esta idea de luchar, ha sido mi mantra durante los últimos 25 años. Y he dirigido mi esfuerzo más a  inspirar y educar, que a promover. He preferido ganarme la credibilidad de los pescadores antes que comprarla. Y cuando he encontrado iniciativas o grupos que han seguido esta línea de pensamiento o acción, ahí he intentado estar. El grupo NINFA ha sido uno de ellos, y con distinto nombre, sociedad o componentes, la labor debe continuar.


Me gustaría que este escrito fuera una oda al activismo. Un cántico a la sostenibilidad. Un principio del fin. Son necesarias soluciones tajantes e inmediatas. No tenemos que dar una respuesta altruista o blanda, todo lo contrario: por puro egoísmo, debemos pasar a la acción. Detener el furtivismo, la excesiva presión de pesca o la introducción de especies que no son propias de nuestras aguas y compiten con las autóctonas. Eliminar la contaminación y la roturación parcelaria de nuestros ríos. Imaginar ocupaciones para los lugareños basadas en la pesca,…,y así podríamos seguir enumerando iniciativas. Para ello debemos colaborar, aunque en este mundo tan pragmático, siempre se nos pida algo a cambio. La naturaleza no otorga rescates financieros. Debemos adelantarnos a las crisis y liderar la carrera del capital ecológico. Y para ello, impulsos como los del grupo NINFA, y otros más que vengan, serán esenciales. A lo largo del tiempo no he visto más que un deterioro continuo de todos los procesos que resultan esenciales para mantener una vida saludable en nuestras aguas. El río era el basurero de nuestros pueblos. Aunque pudiera parecer un pesimista recalcitrante acerca del destino del mundo natural y de su diversidad, soy una persona feliz y positiva, y en este sentido, me siento un poco budista. He aceptado el hecho de que existe un principio y un fin para todo, pero ese fin lo podemos modelar a nuestro gusto con la «acción», algo de lo que una mayoría de pescadores estamos faltos.




lunes, 1 de diciembre de 2014

Nostalgia del lance..


Según la RAE:
lance.
1. m. Acción y efecto de lanzar (‖ arrojar).
2. m. Acción de echar la red para pescar.
3. m. Pesca que se saca de una vez.
4. m. Trance u ocasión crítica.
5. m. En el poema dramático, o en cualquier otro análogo, y en la novela, suceso, acontecimiento, situación interesante o notable.
6. m. Encuentro, riña.
7. m. En el juego, cada uno de los accidentes algo notables que ocurren en él.
8. m. Taurom. Cada una de las suertes de la lidia.
9. m. desus. Arma lanzada, en la caza, por la ballesta.


Me encuentro cabizbajo, montando algunos moscos para la temporada, organizando bártulos y limpiando líneas y carretes. Llevo sin pescar 5 semanas y necesito estar activo, tocar algo relacionado con la pesca. Saco mis cañas de bambú y huelo el pétreo olor a barniz de sus tubos, repaso las anillas y las  limpio con un trapo nuevo. Mimbreo la caña para sentir su acción, y mi muñeca  hace la postura del "lance". ¡Qué nostalgia! 
Para muchos pescadores, el bambú no es la primera elección en una caña de mosca - y menos ahora con el grafito, el Boro, el titanio, ... -, pero para alguno de nosotros es una sensación cálida, natural y romántica. Salgo al jardín, monto los aparejos y un mosco sin anzuelo y empiezo a lanzar, como si el césped y la segada hierba fuera un río del pasado. Apoyo la caña. Descanso y leo, y vuelvo a leer...poesía del parnaso, sobre el río de la melancolía.

AGUA, ¿DÓNDE VAS?...

Agua, ¿dónde vas?
Riyendo voy por el río
a las orillas del mar.

 Mar, ¿adónde vas?

 Río arriba voy buscando
fuente donde descansar.

 Chopo, y tú ¿qué harás?

 No quiero decirte nada.
Yo... ¡temblar!

 ¡Qué deseo, qué no deseo,
por el río y por la mar!

 (Cuatro pájaros sin rumbo
en el alto chopo están).

Federico García Lorca

Debo salir a respirar. Debo salir a pescar,...,  porque recuperar el "lance" será la única manera de obtener mi
redención.



jueves, 27 de noviembre de 2014

La Magia del Bambú en la pesca a mosca

   <<En el mundo creativo de la pesca a mosca, el arte de hacer una caña de bambú refundido es quizás de las actividades más cautivadoras, incluso para el no pescador. Como un capullo envuelve una mariposa, la metamorfosis del bambú no tiene lugar de la noche a la mañana. Cientos de pasos se deben realizar antes de que cada caña esté disponible para lanzar una mosca....>>

  Si te gusta este comienzo, no dudes en leer el artículo "La magia del bambú", que publiqué en la revista NINFA en el año 2010, y que reproduzco con fotos actualizadas en mi página Web:

http://www.truchaboo.com/-bambuacute.html


  A los más mosqueros, disfrutar...y a los más incrédulos, ¡espero que os haya convencido!






jueves, 20 de noviembre de 2014

¡Presentación! “Furled Leaders” o Bajos de línea torsionados

Los bajos de línea siempre me han obsesionado. Cuando comenzaba en esto de la pesca con tralla y no extendía la línea y el bajo lo suficiente como para alcanzar al pez, o la mosca caía de manera estrepitosa en las cercanía de una posible trucha, ya era consciente de mi falta de experiencia en el lanzado, aunque siempre consideré que la longitud y el diseño del bajo afectaba mucho a mis fracasos. Me parecía esencial entender y dominar esos últimos metros de nylon,  para llegar a ser un buen pescador de mosca. Sometía,  a los expertos pescadores de entonces a continuas y agotadoras preguntas. Por fin, en AEMS Madrid me explicaron que el bajo trenzado de Castor o de Guy Plas (para los más afrancesados) , era la solución a todos mis problemas. La  longitud iba desde los 1,2 metros de los modelos de Pereda, a los 1,8 metros de Castor. En algún caso, podías encontrar longitudes de 2 metros, como los que vendía el famoso Roman Moser, pescador y montador austriaco, aunque entonces eran muy complicados de encontrar en las tiendas del sector. La longitud y efectividad  dependía  de la anchura del río y del diseño de puntal o “tippet” que pusiera.


Con este modelo  pesqué varios años hasta que pasó de moda en las revistas españolas del sector y cayó en desuso entre los mosqueros hispanos, cada vez más influenciados por los artículos y modas norteamericanas. Todos comenzamos a utilizar el bajo ahusado de 9’o de 12´, fabricado por las grandes empresas que surgieron tras el estreno en todo el mundo de la película «El río de la Vida». La comercialización de material de pesca a mosca tuvo un boom de casi un decenio, donde cambiábamos de caña casi cada año y acumulábamos material y artilugios, creo yo,  por el miedo al fracaso . El bajo ahusado era cómodo y relativamente barato, aunque había que estirarlo varias veces a lo largo del día y darle pasta flotabilizadora para asegurar que no se hundiera a menudo. Pero daba igual, los pros aventajaban a los contras, y ya no se hablaba en la orilla del río de diseños, sino de marcas.


 Por esa época, a mediados de los años noventa, me desplacé a vivir a París por razones de trabajo. En sus clubs de pesca y en algunos  Cafés de Sociedad, me informé de cómo lo hacían los franceses y  además, aproveché para ponerlo en práctica y para  pescar sus ríos durante dos largos años. Allí, entre Las Galias y el Macizo Central Francés, entre el Franco Condado y los rabiosos Alpes, comencé a pescar a ninfa y darme cuenta de sus ventajas, a mejorar mis técnicas de seca, a montar nuevos moscos con CDC, y a amar las buenos lances y posadas. Los franceses me enseñaron más a pasear por el río que a estropearle. Y también allí, en una tienda antigua de pesca llamada “La Maison de la Mouche” , rodeado de cañas de bambú y líneas de seda,  cayó en mis manos el libro “Presentation”, escrito por Gary Borger.


En un capítulo entero dedicado a  modelos y diseños de bajos de línea (debéis leerlo alguna vez, no tiene desperdicio), explicaba que su solución al problema común con los bajos de línea,  era seguir la máxima de su amigo George Harvey (histórico pescador americano): tener un bajo de nylon rígido los primeros metros y continuar con un hilo dulce y maleable la otra mitad.


De esta manera se maximizaba la extensión completa del bajo con la delicadeza del último metro  del “tippet” para asegurar una buena presentación. Con esta premisa, se podían hacer varios diseños de bajo dependiendo de si se pescaba a ninfa, a seca, a “streamer”, si era mosca grande o pequeña, etc, incrementando de nuevo la complejidad del modelo.  Para solucionarlo, GaryBorger ideó entonces el Uni-Body Leader: un bajo de 1,5 metros fijos de hilo Maxima Chameleon, bastante rígido para su espesor, y unos dos metros de hilo más suaves y livianos, para evitar el dragado. Curiosamente, esta eficiencia lo conseguía con sólo 4 tramos. En mis salidas de pesca observaba también que la mayoría de los pescadores de mosca franceses  e  italianos, llevaban bajos anudados, lo cual me auto-confirmaba el concepto de bajo de Gary Borger. Pesqué con este modelo de  bajo durante bastantes años, dándome muchas alegrías aquí y allende de los mares. He engañado muchas truchas y ha aguantado vientos y mareas, mejorando de manera sobresaliente, la exactitud en la colocación de mi mosca y en muchos casos minimizaba el dragado.


Pero soy un inconformista nato y según mejoraba como pescador, analizaba cada vez más cada acción de pesca del día para intentarla superar al día siguiente. Empecé a ver algunos defectos en el modelo de Gary Borger.  Me daba cuenta que ante situaciones difíciles los rechazos eran abundantes, a veces con las viejas y  grandes truchas en las tablas u otras con los reos solitarios que se acurrucan en las profundas pozas a la espera de un insecto apetecible. Todos eran peces que  podían seguir tu mosca durante varios metros antes de ser engañados. Al inicio pensaba que era el mosco. Luego creí que era mi simple presencia. Y sólo al final deduje que era de nuevo el bajo de línea. Sabía que de algún modo me estaba afectando a la calidad de la presentación «in extremis”, pero me empecinaba en mantener el diseño y estilo que tantos éxitos me había dado las temporadas anteriores ¿no pescaban así los grandes mosqueros de referencia?¿y aquellos que están en la competición?  Ante corrientes complejas y con numerosas ocas,  como en los ríos ibéricos según avanza la temporada, como ocurre en la mayoría de nuestros ríos calcáreos de la mitad sur, la parte rígida del bajo hacía dragar a las minúsculas moscas artificiales del puntal  en el momento menos aconsejable. No era la mosca…, seguía siendo la presentación. Volví a darle vueltas. Me acuerdo que una vez lo estuve hablando con Jon Huerga, en su tienda de Bilbao, y me confesó que ante situaciones difíciles y pescando a seca, él cambiaba el tipo de bajo, y ponía un trenzado de los suyos y luego varios metros de puntal. ¿Sería esa la solución a mis problemas? Luego leí en el blog de Gary Borger que el utilizaba un trenzado de Climax Duramax™ para minimizar el dragado en ocasiones especiales.  Me consta que ahora no están de moda en España, pero en países vecinos, una gran parte de los pescadores de mosca han vuelto al pasado y llevan trenzados en la recámara para ocasiones difíciles. Por razones parecidas a las anteriormente expuestas, para mejorar  la presentación y minimizar el dragado, hay un revival de utilizar líneas de seda.


Ahí andaba yo en una nube de dudas cuando releyendo el  libro “Micropatterns”, de Darrell Martin, encontré el capítulo dedicado al “furled Leader” o malamente llamado “bajo torsionado”, palabreja que no está recogida por la RAE pero que repetiremos numerosas veces en este texto. En sus párrafos explica con detalle  cómo pescando el Alto Tajo en una calurosa mañana de Agosto,  y tras tentar a varias truchas sin éxito con su bajo de nylon de longitud 12´, nuestro amigo común Luis Antúnez le aconsejó poner una «cola de rata trenzada», para no espantar en cada posada a las grandes y resabiadas truchas de este magnífico río. Así lo hizo, cambió al nuevo bajo, y quedó maravillado  al observar no sólo la suave caída sobre la postura de la trucha de este bajo compuesto, sin inmutarla, sino también la falta de dragado durante varios metros, dando tiempo a la trucha a no dudar de la imitación lanzada.  Añado un texto final del libro que dice mucho de este tipo de modelos de bajo:

«Aunque el “furled leader” no puede sustituir a todos los bajos de línea en todas las situaciones de pesca, debo decir que es único y efectivo para moscas pequeñas y truchas selectivas  en ríos de aguas claras y lentas.»

Estas palabras me transportaron a un nuevo mundo maravilloso,  y empecé a estudiar  todo lo relativo a “bajos torsionados” o “furled leader” en libros, en internet y fue, incluso, un tema central de discusión en charlas con expertos americanos.


Compré algunos bajos y pesqué con ellos. Tenían un extra coste, pero eran artesanales e incluso personalizados, hechos a mano y  duraban una eternidad.  Tras convencerme de sus ventajas, comencé a dominar todos los extras que aportaban estos bajos. Después empecé a hacerlos yo mismo,  con diseños contrastados por otros artesanos  y al final cambié los esbozos existentes por otros personales,  adaptándolos mediante prueba y error, a los ríos españoles. De esto hace varios años, y ahora tengo toda la confianza como para informaros de ello, compartirlos e incluso venderlos. Ahora los hago manualmente  variados adaptados a nuestros ríos y maneras de pescar:  para seca, ninfa y ahogada; con o sin identificación de picada; de hilo de seda o con hilo de montaje UNI (para mí el mejor) aunque en algún caso me lo han pedido de nylon o de fluorocarbono;  de distintos tonos  y para distintos tipos de peces.  Mis colores preferidos son el verde oliva, el gris óxido (Rusty Dun” en inglés) o el canela (“Tan” en inglés), dependiendo del entorno donde pesque (esta decisión es personal, porque no he visto que afecte en demasía a los peces), pero ya sabéis que en la pesca, hay que sentirse cómodos para confiar. Los hago mayoritariamente en  2 metros (6,5’) y en 1,5 metros (5’), aunque estoy haciendo algunos en 3 metros y en 4 metros para pescar a la técnica japonesa “Tenkara”, a la cual estoy iniciando a mis hijos y e hijos de amigos, para que se enganchen desde pequeños en este mundo de la mosca. La labor es totalmente manual y artesanal, y los hago con una lazada en un extremo y una anilla de 2mm en el otro, para facilitar el cambio del “tippet”.



Los “furled leader” son fáciles de lanzar, presentan grandes y pequeñas moscas de una manera sutil y, repito, el dragado queda minimizado, asegurando una exquisita presentación, hecho que al final, es lo que más nos debería  importar. Puedo extender hilos de punta o “tippet” hasta de 3 metros lo que me asegura un barrido de muchos metros hasta que la mosca drague. Por supuesto la mejora en mi presentación se corrobora con las respuestas de las truchas, cuyo número y calidad se han incrementado exponencialmente. No brillan o reflejan la luz y son muy elásticos.  Debo añadir que se lanzan muy bien contra el viento, hace bucles más  estrechos que los bajos de nylon, si así lo deseáramos,  y cuidándolo un poquito, como hacemos con las líneas sintéticas, pueden durar casi una temporada.  Como ocurre con  las líneas de seda, no retienen memoria, son suaves y se deben tratar con una pasta que la haga flotar. Yo la extiendo al inicio del día de pesca y quizá, alguna vez, aplique un poco más durante el transcurso del mismo. Cuando salgo de pesca suelo estar 5 o 6 horas, y muchas veces el bajo ha flotado  todo el día.  Me considero un pescador tranquilo y observador, y me relaja la parafernalia de extender la pasta de flotar a lo largo del “furled leader” ya sea en el coche, antes de poner la mosca artificial, o a la orilla del río cuando me siento para que mi espalda descanse de tanto vadeador y chaleco d pesca. Este momento se ha convertido en un ritual que me aporta más ventajas que inconvenientes a la acción de pesca: estudio el estado de las aguas, miro el tipo de eclosión de mosquito que hay, hablo con mis compañeros o hilo la hebra con otros pescadores. De cualquier manera, os tengo que decir que a cada “furled leader” le hago un tratamiento especial para que esté listo para su uso ya de inicio, aunque opino que siempre es aconsejable tratarle otro poco, si no tenemos demasiada prisa.
Para finalizar, una reflexión. Muchos experimentados pescadores creen que un  bajo de línea largo, de más de 4 metros, es la solución para capturar truchas selectivas. Y que cuanto más largo, más productivo será el bajo, a veces a costa de perder puntería y capacidad de extenderlo ante un viento moderado. Opino que la ventaja de un bajo de línea de gran longitud es que se  minimiza el ruido de la caída del extremo de la línea sintética y minimiza su sombra sobre el pez, en el continuo lanzado de mosca y línea.  Yo prefiero, si es posible, acortar mi leader e incrementar el “tippet”. Por mi experiencia, y en cada jornada de pesca lo compruebo, un puntal o “tippet” largo es mejor que un  bajo de línea extenso. El  “furled leader” facilita eso,  lanzar unos puntales  muy largos, ayudado por la masa del mismo más que por su rigidez. En mi caso, puedo extender hasta 3 metros de de nylon.



 A mi parecer, nos dejamos llevar muchas veces por lo que hace una mayoría de pescadores sin entender porqué lo hacen. Actuamos  por modas, más que por observación y experiencia. Probar cosas diferentes por vosotros mismos.  Creo que la  discusión está abierta.

jueves, 30 de octubre de 2014

Cierre de Temporada en Quintanaluengos: una reflexión

  Cierre  de Temporada truchera en Castilla y León…¡Quién lo iba a decir!...7 meses, 214días, 5.136 horas....La temporada ha sido bastante buena en salidas,  emoción, capturas y elegantes trofeos.  Llevo unos años que me gusta pescar el último día legal el coto de Quintanaluengos, quizá porque durante las fechas que lo había tentado a lo largo de los años, o el agua bajaba muy fría o el viento del norte estropeaba los pocos lances que se pudieran hacer a un río siempre silencioso en cebadas.

  Tras recorrer los 350km de rigor desde Madrid, llegué al puente de Salinas de Pisuerga y aparqué para otear el estado del río. Perfecto para mediados de Octubre...ni alto como para no cruzarle con facilidad, ni tan bajo como para que nuestras moscas no pudieran bailar en las numerosas tablas.

  Siempre me gusta ir al refugio de pescadores, en la mitad inferior del coto, y bajar a las primeras tablas antes de la estación de aforos. Una vez allí, todo parecía perfecto. Era un día lluvioso, con nubes negras y  y las temperaturas se mantenían bajas. ¿qué más podemos pedir para que hubiera una buena emergencia de mosquitos?

  A las 14 horas  hubo una amplia eclosión de baetis, se cebaron a emergentes con "vida" y a mosca en superficie a punto de volar. Comían aquellos insectos que movían las alas o derivaban por el agua saltando en cualquiera de los dos estados anteriores. CDC y emergente en pelo de ciervo me dieron resultados. Quizás 10 u 11 capturas, pero podían haber sido más si no se hubieran puesto selectivas en el tamaño y en el movimiento.

  Luego todo se acabó. No por las truchas, fue por mi. La razón por la que pesco a mosca y por la que me tiene enganchado tan intensamente después de un cuarto de siglo, es intentar comprender de manera clara y cartesiana, porqué las truchas no replican comportamientos de un día a otro, de una hora a otra, aparentemente con las mismas condiciones. Mis limitaciones en la pesca son de lejos más biológicas que tecnológicas. Yo se que está en mi cabeza el concentrarme, que se basa en tener confianza en uno mismo, en hacer un seguimiento de las pistas que me da el río y ser positivo...pero si tengo un mal día a nivel personal, se verá reflejado en mi acción de pesca, que será también pésima acorde a mi estado de ánimo. Si me siento inseguro, no lanzo con la misma fineza y estropeo muchas posturas. No me apetece cambiar el mosco o alargar el puntal para evitar los dragados.

  El día, pues, no terminó bien...me sentía tembloroso y apático, en realidad incómodo. Además se dio la circunstancia de que las piedras del Pisuerga son sumamente resbaladizas en este tramo, y terminé estando más preocupado de no caerme y mojar los artilugios de pesca que de buscar cebadas o cruzar el río. Comencé a lanzar mal,  a estar triste en el río, por el tiempo que había pasado y por la larga espera de un invierno largo que aparecía tras cualquier esquina. Ni que decir tengo que las capturas disminuyeron de manera exponencial, llegando a ser nulas. Entonces decidí cambiar de tercio, y cerrar la temporada disfrutando del lluvioso otoño, de sus paisajes y de sus frutos, paseando las orillas del Pisuerga, haciendo caso omiso de la segunda eclosión de baetis y de las numerosas cebadas que se sucedían en las tablas,



recordando un viejo poema del fundador de  "Trout Unlimited":

"El agua que nos ablanda al
circular por cada célula ya ha 
bajado por todos los ríos y ha
dormido en todos los océanos.
La sangre de la tierra es el río
del organismo.
¡Cuidemos nuestros ríos!
como cuidamos nuestro corazón"




lunes, 13 de octubre de 2014

San Froilán nos da alegrías en Octubre: recorrido por Sardonedo, Vegaquemada y el Condado

Siempre guardamos tres días, antes de finalizar la temporada, para pescar los "ríos grandes". Este año reservamos el fin de semana de San Froilán, santo patrón de León, eremita en sus orígenes y casi seguro, pescador de mosca en sus ratos libres. Teníamos reservado Sardonedo para el viernes, Vegaquemada para el sábado y El Condado para el Domingo. Los tres ríos bajaban perfectos, poco caudal, vadeable en el 60% de sus tramos, y agua clara y no muy fría. 

Sardonedo tuvo su rato. Llegamos a media mañana, bien desayunados y sin premuras por amanecer en el río. Monté mi bambú con el aparejo tradicional de bajo torsionado y 3 metros de nylon, acabado en un fino #12 y con una emergente en un #18 con oreja de liebre y pelo de ciervo. Mi compañero recuperó su Sage LL de los años 90 en línea #4: una joya para los amantes de las posadas finas y suaves.

Había poca eclosión de insecto. Aún así, durante 1 hora más o menos,  hicimos subir  bastantes truchas o pescando al agua lanzando a las múltiples "posturas" del río, o  a pez visto tras delatarse el mismo por una sumisa cebada. Mi emergente hacía su labor. Era trucha mediana, no pretenciosa. Aunque confiábamos que alguna buena se movería más tarde. Mientras tanto empezó a volar grandes tricópteros "saltarines"canela, de tamaño aproximado a un anzuelo del #12. Volaban sobre el agua haciendo cabriolas, y unas pocas hembras caían haciendo la puesta de huevos. Las orillas estaban cubiertas de esta <<friganeas>>, pero solo unas pocas volaban el río. 


En el remanso de una tabla coincidimos con un pescador soriano que formaba parte de una cuadrilla de cuatro. Educados nosotros y con ganas de hilar la hebra, entablamos conversación con el susodicho, preguntando sobre el tiempo, el agua y los peces...pero para nuestra desgracia, el camarada pescador nos enturbió la tarde. Aquello se convirtió en un monólogo.... Un canto al pesimismo.  Primero, que si el río no tenía truchas, y ni comparación con hace 30 años. Segundo que si la administración y la nueva ley no quería que los pescadores disfrutáramos del río. Tercero, que todos los ríos debían quedar libres y con muerte, puesto que así la santa naturaleza regeneraría nuestras masas de agua. Cuarto, que habíamos desaprovechado la mañana, y que ya no veríamos más truchas. Y quinto y para rematar,..., terminó diciéndome a la cara que el bambú era muy bonito...pero que muy malo para pescar, .... Claro, cuando paró para hacer un respiro entre tanta alegría, aprovechamos para despedirnos, eso sí, con estilo puesto que nunca hay que perder la compostura...¡Vaya genio y figura! Iba medrando a cualquier aficionado a la pesca...y tengo que decir que de estos me he cruzado con varios en el río a lo largo de esta temporada, pero no tan radicales y ofuscados. En fin, estaba claro que no era feliz en el río...


En realidad, sea por el mal rollo del compadre o porque las truchas pararon de moverse, no conseguimos nuevas capturas a seca hasta dos horas más tarde, cuando empezaron a moverse al tricóptero canela de manera activa. Como ejemplo, en una distancia de 2 metros, subieron cinco truchas y saqué tres. recuperamos las ganas, y una hora más tarde nos dimos por satisfechos.



El sábado, en Vegaquemada, volvimos a llegar a media mañana, sin prisa, disfrutando del entorno, y con el objetivo de  pescar  cómodamente las horas centrales del día. El tramo era ancho y muy cómodo para pescar dos en paralelo, cada uno una orilla.


Misma caña, mismo aparejo y bajo de línea, y atado un tricóptero canela (con la misma mosca que  dejamos el día anterior). Varando la línea en las corrientes más querenciosas y haciendo bailar de manera correcta la mosca en cada roca, no hubo subidas en más de un cuarto de hora. Y no habiendo volando insectos, la mosca debía ser el problema. Cambié a una "parachute" adams en un #18, repitiendo los lances sobre la misma zona de pesca. De igual manera, ninguna subida clara...aunque empecé a ver pequeñas cebadas en los carriles laterales de las corrientes. Había trucha  y se estaba empezando a mover. Tras varios intentos, decidí poner mi emergente maravillosa del día anterior...y ¡mano de santo!, ..., llegó la primera captura...y luego otra, y luego otra...así estuvimos casi dos horas. Un récord de truchas, quizás una sabia elección y cambio del mosquito, o quizás la suerte de estar en el día y a la hora precisa. Una jornada en las que renace la  afición para unos cuantos años más.


Tanto fue así, que decidimos abandonar el río antes de tiempo, cuando las truchas ya subían de manera muy esporádica y aislada, para dormir una buena siesta y disfrutar, al menos una noche, de la fiestas de León.


El último día pescamos El Condado. Íbamos con las mismas premisas. Pero este coto hace tiempo que no nos da todo el potencial que tiene en sus entrañas, y eso que comenzamos bien...con varias capturas aisladas en las tablas, siempre a pez visto o a cebada clara en las posturas..pescando con mi emergente clásica de los dos días anteriores.     


Pero el día anterior había sido tan maravilloso, que hacer trabajar el río con sudor y lágrimas para conseguir alguna captura respetable, nos generaba mucho esfuerzo. Aún así conseguimos varias capturas cada uno, pero nada especial que mencionar sobre ellas salvo que a las 17h de la tarde ya teníamos la cabeza más ocupada en reposar para aguantar los 350 km que nos quedaban todavía hasta Madrid, que en volver a tantear cada remanso del río para buscar la trucha de nuestros sueños.


Echando la vista atrás, y repasando  los tres días pasados a pie de río, puedo afirmar que la pesca y sus sensaciones a comienzos de otoño, es maravillosa. ¡Repetiremos!


lunes, 29 de septiembre de 2014

Visita al Esla. El Coto de Pesquera.

La pasada semana fui a León, cerca de Mansilla de las Mulas, a dar una charla a los alumnos de un colegio de la zona sobre "pesca, río e implicación histórica del pescador en el cuidado del medio ambiente". Como la presentación era a media mañana, a una hora prudente para que los niños estuvieran despiertos con el objetivo de que al menos un par de ellos se animasen a seguir el buen hacer de la pesca, me animé a sacar un permiso de pesca para Pesquera por si acaso tenía tiempo suficiente por la tarde. Y así fue.

Llegué al río pasadas las 13 horas, y a las 13:30 ya había montado mis aparejos: caña de bambú, bajo de línea clásico de 4,8 metros acabado en un terminal del 0,12 (furled leader y terminal de casi 3 metros), vadeadores, chaleco, etc. Antes de montar el mosco, pasee sigiloso por la orilla del Esla. El olor del río, el frescor de la mañana y el sonido de sus aguas me inspiró  a buscar cebadas en las tablas y a averiguar si había alguna eclosión. A la caída del primer parado, espanté dos cormoranes de buen tamaño: no se si perteneciente a una colonia fija en la zona que ya no vuelven en verano a sus costas del norte, o las primeras pareas en llegar a la península y que por casualidad estaban haciendo  parada y fonda en el charco. Haciendo oídos sordos, las truchas estaban cobijadas entre los canales de los ranúnculos de las orillas, seguras y confiadas por la sombra de los altos chopos,  y comían pacientemente, una detrás de otra, como en  procesión. Subían a algo pequeño y placado a la superficie, ajenas a su entorno. Eran cebadas esporádicas pero al menos me facilitaba la localización de las truchas para poderme posicionar y tentarlas cuando las subidas fueran más francas. 

Día soleado, buena temperatura y el río en buenas condiciones: vadeable en numerosos tramos. Llevan varios días sin que la presa desembalse mucha cantidad de agua, y eso facilita el podernos acercar más a las posturas que nos gusta lanzar.  Empecé pescando con una  parachute adams #18, mi mosca de confianza. Tuve varias subidas a inspeccionarla pero rechazaban en el último minuto.  El bajo casi no dragaba, pero estoy convencido que las truchas veían la línea (Cortland 444 DT classic de color melocotón). Decidí tentarlas lanzando río abajo, en un ángulo de 45º sobre mi posición para asegurarme que verían antes mi mosca que el nailon o mi cola de rata. De esta manera conseguí enganchar un par de farios de buen porte. Subí a la tabla superior, y  practiqué la caza de la trucha concienzudamente haciendo la garita a unos 9 metros de la orilla donde las había visto cebarse

 Hasta las 15:30 horas no comenzaron a cebarse con ganas. Se movían a emergentes de efémera amarillo oliva en un #20 o #22. Cambié de modelo de engaño tras varios rechazos de mis queridas comunes, hasta que acerté con sus gustos culinarios....una efémera amarilla en un anzuelo del #20 y alas CDC/antron de mi colección particular. Aunque a las 16:30h volaron también algunas ritrógenas canela de tamaño #16,  no cambié el diseño de mosca hasta que me retiré del Esla a las 17:30h.
Resultado: 7 truchas en sacadera y 3 desenganchadas en el segundo o tercer  salto...es lo que tiene pescar sin muerte. ¡Ah! y todo ello en sólo 200 metros de río. 

En la última media hora até  un  mosco rojizo-morado en CDC del mismo tamaño con la idea de hacer un experimento. Puesto que sabía a qué estaban subiendo...¿se comerían un mosco radicalmente diferente a lo que veían en el río, con ese colorido y desparpajo? Esta mosca me la regaló un italiano durante un día de pesca en el río Esera, en el pirineo oscense. Intercambiamos modelos de nuestras cajas, y esta me llamó la atención por su colorido. Me dijo que era una mosca muy usada para el tímalo pero que con truchas selectivas, también había tenído bastante éxito. Y así lo comprobé en Pesquera. No solamente no las entrañaba, sino que se movían a algo más de distancia de su cómoda línea de alimentación, para subir a comerla. Quizás sea su exhuvia lila o quizás sea su mayor visibilidad para el pescador..??? El caso es que tres truchas subieron al engaño con total confianza .

Cuando me fui, se seguían cebando. Con la temperatura que hacía, estoy seguro de que continuaron moviéndose hasta la caída de sol...pero a mí me esperaban 350km felices hasta Madrid.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Pesca en el Alto Tajo

Hace unos día estuve pescando mi escurridizo río Tajo. Hacía casi 10 años que no pisaba sus orillas. Con este río he pasado fases de amor y de odio. Lo comencé a pescar a finales principio de los 90, cuando era un novato con la cola de rata. Pero la cantidad de truchas, muchas de buen porte, hacía que en ciertas ocasiones  de entonces me considerase un maestro. Craso error. El tiempo me puso en su sitio: tuve días maravillosos, pero la relación de fracasos fue de 1 a 5.


La zona truchera del río Tajo, desde el Hoz Seca-Tajillo hasta el puente de Ocentejo (añadiría sus afluentes, el Cabrillas y el Ablanquejo), nos presenta una acumulación de tramos muy difíciles de pescar. Diría que es el río más complicado de nuestra querida piel de toro, y también, uno de los más bonitos. La claridad de sus turquesas aguas, la profundidad y falsos pasos de sus tablas, sus desconfiadas truchas de bella librea, y los muchos años de pesca sin muerte, me lleva a declarar categóricamente, que nadie es campeón ni maestro en esto de la pesca a mosca, si antes no ha tentado y capturado alguna de las truchas  de este río.



Volviendo al día en cuestión, y tras solicitar consejo a mi amigo José Ramón (oriundo de Molina de Aragón, y propietario de la tienda Deportes Gallo sita en la misma localidad), decidí pescar un tramo intermedio cercano al monasterio románico de Buenafuente del Sistal. El día anunciaba nubes y bajada de temperatura, con alguna llovizna a intervalos a lo largo de la tarde. Cuando llegué a la orilla del río Tajo, volví a quedar fascinado.  Había olvidado su claridad de aguas, sus tablas y pozas, sus eclosiones y sus truchas. 



 Me habían asegurado que había buenas y grandes Farios, y el día así lo demostró. El río bajaba bien, a mi gusto en su punto, para poderse vadear en bastantes zonas. Tenía la esperanza de que con la cercanía del Otoño y sobre todo, con la necesidad de alimentarse bien de cara a los cercanos períodos de freza, la trucha se movería. Monté la caña de bambú con aparejo de seca, y comencé montando una emergente oliva clara de mi colección, de diseño muy básico pero bastante efectivo.

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Pesqué de 12:30 a 17:30. Hasta las 15 horas no empezaron a moverse. No había gran eclosión...tricopteros grises en un #18, efémeras olivas en un #18 y #20,..., dípteros bailando el son de las silenciosas tablas...El caso es que después de varias pruebas, empezaron a entrar bien a una "parachute adams" en un #18.  Y ahí se acabó la complejidad. Paso a paso, llevé a la sacadera  trucha a trucha, la mayor de unos 40 cm...y todas de buen porte y fortaleza. Buscaba la cebada, a veces muy sublime y oculta, otras escandalosa y lasciva.



  Lo importante era la presentación. Mi "furled leader" o bajo torsionado de 2 metros, me ayudaba a extender un puntal  de otros 2,5 metros en el 0,14 y eliminaba cualquier dragado, por complicada que fuera la corriente. Voltee 2 zepelines que se desengancharon al luchar de manera brava entre las cortantes rocas del fondo, , y alguna incluso se llevó el mosco al hacer fuerza extrema. 



Para finalizar, tres observaciones importantes: el suelo está bastante colmatado quizás por las canteras de caolín muchos kilómetros río arriba; dos, vi varios frezaderos limpios, de buena calidad, y sobre todo bien resguardados; y tres, vi bastantes alevines de trucha, refugiadas en las ovas de la orilla, lo que nos asegura cierta continuidad en las capturas para los próximos años. En definitiva, un buen día de pesca, y por cierto....no llovió.